Crupet

31' - EL MERIDIANO MÁGICO DE LAS ARDENAS

5. CRUPET. Bosques, santos... y demonios

Da una oportunidad a la magia...

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Crupet es un pequeño pueblo en medio de los bosques. Tiene un castillo de esos que nunca se olvidan, una iglesia guerrera y un tilo centenario empeñado en sobrevivir. Hace más de cien años se inventó un santo al que venerar... y con el tiempo, acabó rindiendo homenaje al mismísimo demonio.

Crupet está en el fondo de un estrecho y tortuoso valle. Como perdido entre los bosques. Pero, al igual que Namur, esto fue durante siglos un pueblo de frontera. Frontera entre el Condado de Namur y el Principado de Lieja... Tan en la frontera, que incluso hubo un tiempo en que la mitad del pueblo era de uno y la otra mitad de otro.

Y como buena tierra de frontera, su origen fue una fortaleza. Una pequeña y adorable fortaleza, por donde vas a comenzar la visita. Por la parte más baja del pueblo.

Ahí está, en medio de los bosques (bueno... y junto a la estrecha carretera). Rodeada por un foso, como debe ser... Uno de esos lugares que, cuando uno los dibuja, parece que nunca hubieran existido ...

Sin embargo es algo muy real. Se construyó allá por el siglo XII como una robusta torre cuadrada para defender la frontera, y ese remate tan especial se añadió 400 años más tarde, para hacer la vida un poco más cómoda cuando los avatares guerreros empezaban a preferir otras sendas...

Hoy es propiedad privada (... como lo fue siempre...) y no se puede visitar, pero puedes entrever su exterior desde los huecos que dejan los árboles que lo rodean.

Se cuenta que hay un pasadizo subterráneo que lo comunica con la también guerrera torre de la iglesia, en la parte alta del pueblo...

A lo largo de los siglos, el "castillo" desempeñó a la perfección su papel... Y en él se refugiaron sus habitantes no pocas veces para resguardarse de los asaltos. La última vez, durante la Segunda Guerra Mundial...

Sin embargo el pueblo nunca sufrió grandes destrucciones y ha cambiado poco en los últimos siglos. Nunca fue un lugar de demasiado tránsito.

Allí donde nace un río

El foso del castillo tiene su historia. Porque la fortaleza se alza en el preciso punto donde nace el río Crupet.

El estanque es el lugar en el que se unen dos pequeños arroyos: el Ri de Mière y el Ri de Vesse. Cuando se unen dan nacimiento al río Crupet, justo aquí. Un pequeño río de 11 kilómetros que desemboca en el Bocq... cuyas aguas podrás tocar también dentro de muy poco.

El pequeño puente de piedra no siempre estuvo aquí. Durante siglos hubo un pequeño puente levadizo, de madera, que encajaba en la puerta de la fortaleza. De hecho, si te fijas bien, todavía puedes ver perfectamente su huella, el lugar en el que encajaba la plancha de madera para sellar completamente la entrada.

La iglesia... y el tilo

En la parte alta del pueblo están la iglesia y el viejo tilo centenario. Este, como un espectro, resucitado de entre los muertos. Porque en 2001 fue dado por muerto, víctima de un tratamiento radical con pesticidas .

Pero algo debe tener este lugar, porque cuando ya nadie lo esperaba, las hojas comenzaron de nuevo a salir y ahora cada año asombra con un vigor que en el fondo nadie sabe de dónde sale...

La iglesia tiene, como el castillo, una torre también cuadrada, también de origen guerrero... y también de la misma época. Y al igual que la fortaleza, con el tiempo también vio cómo se le añadía un “sombrero”. Aunque en este caso, mucho más modesto... Algunos dicen que está inspirado en el casco de los soldados españoles que pasaron por aquí (!).

Con el tiempo la torre también vio cómo a sus costados le iba creciendo una iglesia más moderna... y muchos siglos después, a comienzos del siglo XX, una sorprendente construcción que ahora te toca descubrir.

Las grutas de... ¿San Antonio?

La tercera "construcción" del pueblo es la más inconcebible de todas ellas. Unas grutas artificiales, tan absolutamente kitsch que son pura verdad. Son la otra cara del pueblo, pero en el fondo, hijas incuestionables de este lugar único. Frente al carácter guerrero del castillo y de la iglesia, el desenfreno vintage de un cura genial que, siguiendo el lema de los Caronderet, los señores del lugar, previó y proveyó.

Allá por 1900, viendo la crisis de religiosidad que afectaba a la región, el cura decidió crear un elemento que fomentase la piedad popular. No hizo una ermita o una capilla, que habría sido lo fácil. No, hizo algo espectacular, exactamente a la medida de la religiosidad popular.

Nada de proyectos academicistas. Una asombrosa "Sagrada Familia" de piedra con estalactitas hechas con balletas y cemento, ocupada por unas figuras multicolores de escayola tamaño natural, que iban a conectar de maravilla con la sensibilidad popular.

Metidos en obras, las ideas avanzaban tan deprisa que el buen cura había dejado un pequeño detalle sin resolver. El proyecto no contaba con un santo al que dedicárselo. Y así, hubo que ponerse a buscar uno a toda prisa.

Se pensó en la Virgen de Lourdes, en el Sagrado Corazón... y finalmente alguien sugirió San Antonio de Padua... ¿Por qué? Pues porque sí... Se han sugerido varias explicaciones, seguramente ciertas, pero tan casuales como cualquier otra.

Lo cierto es que San Antonio era un santo que encajaba perfectamente en el proyecto: un santo milagroso y milagrero, cercano... y sobre todo, un buen santo al que peregrinar. ¡Adjudicado!

... Un santo que, por cierto, ni se llamaba Antonio ni era de Padua... El buen hombre había nacido en Lisboa y su nombre era Francisco... pero así son las cosas del Señor...

La obra se comenzó en 1900 y en ella trabajaron todos los hombres del pueblo, los domingos durante tres años, para traer y colocar más de 300 toneladas de piedra extraída de los bosques de los alrededores.

Las grutas fueron inauguradas solemnemente el 12 de julio de 1903. Todavía no estaban todas las figuras, pero con lo que había bastaba.

Desde el año siguiente, el día del santo, el 13 de junio se convirtió en cita obligada de peregrinación a las sorprendentes grutas, un fantástico universo de piedra, hormigón, escayola de colores y flores de tela, en el que el visitante acaba por convertirse en una figura más... Hasta el punto de que, para llegar a la parte posterior de la gruta debes atravesar la más "truculenta" de todas las escenas, por ese estrecho camino que pasa junto al lecho de San Antonio moribundo, de tamaño natural. Todo un "punto" no apto para "estómagos" sensibles (comprobado!!).

Y en esto llegó el demonio...

Sin embargo, el tiempo iba a acabar por hacer de las suyas. Poco a poco, según avanzaba el siglo XX el fervor hacia el santo fue haciéndose más tibio, al tiempo que, sin saber muy bien ni cómo ni por qué, comenzó a brillar la luz en el “lado oscuro”.

En la fachada posterior, la que da justo al cementerio, una figura estaba haciéndose cada vez más popular: el Demonio. Sin duda, la más atractiva... y la más cara de todas las figuras... y una de las pocas hechas de hierro, para soportar bien la intemperie en la que estaba.

Es una ironía con la que han tenido que vivir los artistas a lo largo de toda la Historia. Las reglas para representar a las figuras divinas siempre fueron rígidas y planteaban al artista continuas trabas para expresar su creatividad. En cambio, para el lado oscuro había mucha más libertad, y ahí los artistas acababan por encontrarse más cómodos. En la escena de Crupet el Demonio acabó por "comerse" al imberbe (y un tanto insulso) San Antonio y su "círculo mágico" en el suelo.

El resto lo hizo el carácter tranquilo y un tanto socarrón de los habitantes de Crupet, que convirtieron al Diablo en su nuevo referente.

Frente a la peregrinación del 13 de junio, empezaron a celebrar en agosto la Fiesta de las Diabluras y, entre bromas y risas, han acabado por convertir al Diablo en el elemento identificador del pueblo.

Hoy, desde la parte de atrás, desde el mismo cementerio cuyo territorio tocan las grutas, él es el rey de esta catedral del pueblo.

Curiosamente, justo debajo del lugar en el que está enterrado el propio cura. En un nicho que él mismo dejó discretamente reservado para ello cuando abordó el proyecto allá en 1900... Dentro de su propia obra... Como un faraón egipcio... A fin de cuentas, todos somos humanos...

Hoy, más de 100 años después, las grutas de San Antonio viven una segunda juventud... Las Grutas del Diablo ha dicho alguien....