Atomium
0. La Guía de Bruselas PRIMERA PARTE 1. El Pentágono 2. La Grand Place, un tesoro que nació del fuego 3. L'Îlot Sacré. Y la vida va... 4. Marx, Victor Hugo, Verlaine. Aquí mismo se vivió la Historia 5. Camino de la Ciudad Alta. La Catedral, las "cicatrices" y el Mont des Arts 6. La Place Royale y el Sablon. La larga sombra de los espíritus 7. Bourse, Saint Géry, De Brouckere. La Pequeña París... y el eco de los orígenes 8. El Camino de Santiago 9. El sabor popular de Les Marolles SEGUNDA PARTE 10. Extramuros 11. Glamour y exotismo. De Audrey Hepburn al corazón africano de Matongé 12. El Barrio Europeo: Cumbres Europeas y patatas al sol 13. Flagey y los Estanques de Ixelles ¿Existe el mundo fuera de aquí? 14. Molière-Brugmann. Historias de cronopios, relojes... y el dulce sentido de la vida 15. El tranvía del bosque 16. El Atomium, Laeken y la Basílica que espera su gran historia 17. EXTRA. La nieve en Bruselas 18. EXTRA. Bruselas de noche
LA GUIA DE BRUSELAS. 16
El Atomium, Laeken y
la Basílica que espera su gran historia
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El norte de la ciudad marca el final de esta historia. Allí, un poco en las afueras, están las realizaciones más singulares que ha propuesto Bruselas en el siglo XX. Como si a esta ciudad a escala humana y con los pies en la tierra le costase trabajo asimilar propuestas rompedoras y las pusiese lejos y en lo alto para de alguna manera ir acostumbrándose a ellas poco a poco... Es el momento de encontrarte con una Bruselas muy distinta, la de las colinas Heysel y Koekelberg.
En el siglo XIX Heysel era una bucólica aldea a unas leguas de Bruselas, con sus bosques, sus fuentes y su pequeña iglesia milagrosa. Tal vez por eso la eligieran los nuevos reyes de Bélgica para construirse allí un palacio de vacaciones... Y tanto llegó a gustarles, que acabaron por convertirlo en su residencia permanente. Hoy, viven y trabajan en él.
Luego vinieron dos Exposiciones Universales, y lo que había sido un idílico rincón rural acabó por convertirse en un lugar de grandes espacios, medio ciudad y medio campo, donde en 1958 se construyó el que iba a convertirse en uno de los iconos de la ciudad: el Atomium, la "Torre Eiffel" de Bruselas.
El Atomium es un edificio de 102 metros de alto que representa una molécula de hierro aumentada ciento sesenta y cinco mil millones de veces.
Era el mejor símbolo de una época optimista, fascinada por el progreso y los descubrimientos científicos, la energía nuclear con fines pacíficos... los "fabulosos sesenta" estaban asomando la nariz...
Hoy, 50 años después, el edificio sigue siendo espléndido y original. Porque, como ocurre con su "prima" parisina, además de un ejercicio de ingeniería, es por encima de todo una conseguidísima creación estética.
Y al igual que sucede en París, el edificio queda realzado por su entorno, aquí una rectilínea avenida en ligera cuesta. Hierba y árboles, que permiten que los volúmenes de acero se expresen con toda su fuerza.
Ascensores y escaleras comunican por dentro esas esferas, hasta el restaurante de su piso superior. Desde abajo, en un día de sol es curioso observar cómo las esferas reflejan lo que hay a su alrededor, tierra, hierba, nubes, como si fueran un conjunto de pequeños mundos que se van transformando con los cambios de la luz...
Y luego, por la noche, una iluminación sutil y efectista lo hace mágico. Porque el edificio parece que se desmaterializa, casi como una presencia fantasmal llena de destellos que flota en el espacio. El viaje, realmente, merece la pena. En una época en que la moda "fifties" vuelve a arrasar, el Atomium es el verdadero e indiscutible "Rey del Vintage".
A su alrededor, algunos pabellones supervivientes de las Exposiciones Universales (hoy recinto ferial), la Pequeña Europa (una excelente colección de edificios en miniatura de toda Europa), un parque acuático, una extensa oferta de restaurantes y cines... y el estadio de fútbol de los queridísimos Diablos Rojos, la selección nacional de Bélgica, que tiene enamorado al país entero: el estadio Rey Balduino (antes Estadio Heysel, de muy triste memoria...).
Laeken: el parque y el Palacio
Justo al lado del Atomium comienza el parque de Laeken, amplias extensiones de hierba, enormes árboles, conejos... y el Palacio Real, la residencia de los monarcas belgas.
Dirígete hacia la entrada principal del Palacio. No podrás entrar, pero el recorrido desde el Atomium merece la pena.
Si te gusta caminar sobre la hierba, éste es tu sitio... aquí, como si fueras Ulises en su viaje a Ítaca, tanto o más importante que la meta es el propio camino...
Y luego, en algún momento, a lo lejos, los edificios del centro de la ciudad apareciendo entre los árboles... un pequeño recuerdo de cuando estas tierras eran una idílica aldea, a la vez cerca y alejada de la ciudad...
Frente a la entrada principal del Palacio verás el delicioso Memorial a Leopoldo I, el primer rey de los belgas, aquél que prestó juramento sobre los escalones de la Iglesia de Santiago en la Place Royale...
Es una construcción "neogótica" de finales del siglo XIX. Una de esas obras que le hacen a uno reconciliarse con los "neos". No se trata de una simple copia de una construcción medieval ni una fría construcción academicista. Es una obra original de una enorme delicadeza, colocada además en un lugar espléndido. El resultado es realmente espectacular.
¿Recuerdas los paisajes de fondo de La Adoración del Cordero Místico, de la Catedral de Gante? Aquí podrías estar dentro del cuadro...
Si te encuentras con ánimos para un paseo adicional de ida y vuelta de unos veinte minutos, puedes bordear la valla del Palacio Real (bastante triste, por ciento) y acercarte al Pabellón chino y la Torre japonesa que el rey Leopoldo II ordenó levantar junto al palacio.
Si no, es momento de regresar a las cercanías del Atomium, tomar el metro (o el tram 19) y acudir al lugar que va a poner punto y final a este viaje.
Una Basílica que espera su gran historia
La Basílica del Sagrado Corazón es una larga y un poco triste historia de amor e indiferencia. Es una gran basílica del siglo XX, construida en una época en la que ya no se hacían grandes basílicas. Se comenzó en un estilo Neogótico cuando esas modas ya estaban pasando... y se terminó en un estilo Art Deco cuando hacía décadas que ya había pasado a mejor vida... Esta iglesia parece haber tenido siempre la extraña capacidad de no estar nunca en su tiempo... y eso a veces se paga.
Tal vez por eso nunca ha sido amada por los bruselenses... y eso que está en un lugar espectacular, visible desde muchos puntos de la ciudad (como habrás tenido ocasión de comprobar en las fotos de esta guía si has andado un poco observador...).
Es la sexta iglesia más grande del mundo. Y, si hiciera falta, podría albergar a más de 20.000 personas. Su interior es sobrio, grande... tal vez frío... Ladrillo, hormigón armado, terracota, espacios vacíos...
Volúmenes Art Deco en su extraordinaria cúpula, en su sorprendente baldaquino, casi salido de un cómic norteamericano de los años 30...
... Subida en ascensor hasta la base de su cúpula para una vista espectacular...
Según la recorres notas que falta algo,... es un vacío que va más allá de la falta de muebles o de ornamentación... Cuando sales, de nuevo en la calle, vuelves a observar sus volúmenes, la rotundidad de sus cúpulas verdes, la masa de sus muros de ladrillo oscuro, la dureza de sus líneas rectas y de sus ángulos que parece que cortan el propio aire... Un cuerpo espectacular... ¿pero su alma...?
Y entonces te das cuenta. Lo que le falta a esta Basílica es una historia. Una gran historia que llene esos espacios y dé sentido a esos volúmenes. Le falta un alma que le haga ocupar el lugar que le corresponde en esta ciudad tan llena de historias...
Entonces entiendes todavía mejor el alma de esta ciudad. Y entiendes mejor el viaje que estás a punto de terminar. Eres consciente de que no has hecho un viaje a través de unas calles y unos monumentos. Has hecho un viaje a través de las historias que dan sentido a cada uno de sus rincones. Has hecho un viaje a través de su alma...
Por eso el viaje termina aquí. Por eso termina justo aquí este pequeño juego que comenzó con unas viejas tarjetas postales allá por el 1 de enero de 1904... Porque según sigues mirando esta Basílica vas notando como si empezase a tomar sentido... como si tuviese un "algo" especial de lo que hasta ahora no te hubieras dado cuenta...
Si realmente ocurre eso, es que la estás empezando a llenar con la más grande de las historias... con la tuya propia... Y a partir de hoy, ese edificio, como la propia ciudad, ya será un poco tuyo...
Mapa del recorrido