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GUÍA DE SEGOVIA

2 Una forma de entender la vida

Da una oportunidad a la magia...

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El Acueducto es una de las obras más bellas y espectaculares que dejaron los romanos en Hispania. Pero en esta historia tiene además un papel añadido. Va a ser él quien te va a llevar hasta el mismo corazón de la ciudad. Así que déjate enredar por él...

El camino comienza apenas a unos pasos del Monasterio de San Antonio el Real, en un rincón aparentemente intranscendente, junto a lo que parece ser un sencillo muro de mampostería.

Sin embargo, lo que tienes delante es nada más y nada menos que el Acueducto. El comienzo del Acueducto... Y de paso, el lugar donde debes aprender la primera lección: en Segovia las cosas a menudo tienen una segunda lectura... y muchas veces va a ser ella la que te va a aportar la mejor clave para entenderlas.

El Acueducto fue construido por los romanos hace casi 2.000 años. Más o menos al mismo tiempo que en Roma estaban construyendo el Coliseo y casi a la vez que Pompeya quedaba sepultada por la lava del Vesubio.

Una obra grandiosa para algo tan humilde como hacer que el agua corra por encima... Porque en definitiva, para lo que sirve el Acueducto es simplemente para que este pequeño canalón que hay sobre el muro pueda mantener el nivel que tiene aquí y entrar en las murallas de la ciudad como si el valle que hay en medio no hubiera existido.

Y si ha sobrevivido estos 2.000 años es porque, como tantas otras cosas en la ciudad, no es una reliquia histórica, sino algo que se ha seguido usando desde entonces.

Aprovecha, pues, para verlo y para tocarlo, porque dentro de muy poco ese canalón va a volar a casi treinta metros del suelo.

Una obra que crece “hacia abajo”

Aunque el Acueducto como tal comienza aquí, la obra realmente viene desde mucho más atrás, desde la falda de la montaña. Una canalización de 13 kilómetros recogía el agua del arroyo La Aceveda y la hacía llegar hasta aquí.

La pequeña cuesta abajo que tienes delante es, pues, el comienzo del valle que debía salvar la obra para que el agua pudiera llegar hasta la ciudad.

Según vayas avanzando, el terreno va a ir bajando y la construcción va a ir “creciendo hacia abajo”, para que el canal con el agua se mantenga al nivel adecuado.

Unos metros más adelante vas a ver cómo el muro parece empotrarse en una pequeña casa. Es la “Casa del Agua”, y tenía mucha importancia en este sistema porque desde la época de los romanos era el lugar en el que el agua se decantaba y se filtraba para que entrase en la ciudad limpia de impurezas.

Justo después de la Casa del Agua viene el primer giro brusco de los dos que va a dar el Acueducto. Y después del giro, los primeros arcos. La construcción empieza a tomar forma...

Los primeros arcos resultan toscos, casi torpes, con cicatrices de haber sido restaurados varias veces... con más o menos tino... Y es que curiosamente esta primera parte del Acueducto es la que más ha sufrido con el tiempo. Tal vez porque era la mas fácil de destruir... y de reconstruir. La parte principal, en cambio, está prácticamente como el primer día.

Pasados los primeros arcos, vas a notar un cambio. Observa bien. Se van a hacer más altos -natural, porque el suelo sigue bajando- pero también parecen más ligeros. ¿Te das cuenta de por qué? Por dos cosas. Por una parte las piedras están talladas con un acabado menos robusto, pero la razón es sobre todo otra. Si te fijas, verás que aquí los arcos no son totalmente semicirculares, sino un poco apuntados. Y es que los siguientes 36 arcos son más “nuevos”.

Es una parte del Acueducto que fue destruida hace casi 1.000 años y reconstruida hace 500. Ocurrió en el año 1076 cuando el rey moro de Toledo devastó la ciudad y rompió esta parte del Acueducto para quitarle su suministro de agua. Triste regalo de cumpleaños para una obra que por aquel entonces cumplía sus primeros 1.000 años de vida...

Entonces estas eran tierras de frontera entre los reinos cristianos (al norte) y los reinos musulmanes (al sur). Hacía 300 años que los musulmanas dominaban estas tierras, pero los reyes cristianos estaban “empujando” la frontera. Esta situación se iba a terminar apenas 10 años después cuando los cristianos tomaron el control definitivo de Segovia.

Durante mucho tiempo el Acueducto pudo seguir funcionando gracias a una estructura “provisional” que se mantuvo operativa... durante 400 años. Pero finalmente se pudo llevar a cabo la reparación que ves hoy. Fue responsabilidad de Isabel la Católica.

Una reparación digna de elogio. Porque, a pesar de alguna licencia como los arcos ligeramente apuntados, es realmente admirable que la intervención se hiciera con un profundo respeto a la obra y a los materiales originales.

En esta primera parte el desnivel es muy suave, lo que hace que el Acueducto vaya creciendo muy poco a poco. Esto te va a permitir familiarizarte con su sistema constructivo. Grandes piedras de granito colocadas sin ningún tipo de cemento ni argamasa. No hay absolutamente nada que las mantenga unidas... salvo su propio peso y, por supuesto, la forma en que hace 2.000 años fueron talladas y colocadas cada una de ellas.

La vida alrededor

Hoy todo el Acueducto tiene espacio alrededor, y siempre puedes ir de una de sus caras a la otra por debajo de sus arcos, pero durante muchos siglos la cosa fue más abigarrada.

Había casas pegadas a sus pilares. Y los fuegos de los hogares llegaron a calentar literalmente los pies de la construcción.

Estás en uno de los barrios... de las aldeas diríamos mejor, que estaban fuera de la ciudad amurallada.

Así como la ciudad amurallada era el territorio de los nobles, estas aldeas exteriores eran el terreno de los artesanos, de los hortelanos... en definitiva, del pueblo llano.

Ya sabes que Segovia fue una ciudad rica gracias al negocio de la lana... Pues bien, esta zona era donde estaban asentados buena parte de los artesanos que la trabajaban: los tintoreros, los cardadores, los bataneros... un trabajo que a menudo precisaba de agua abundante. Y esta se sacaba... sí... directamente del Acueducto.

Durante siglos, pegadas literalmente a los pilares existieron las llamadas “cervatanas”, una especie de conductos que tomaban agua que circulaba por el acueducto y la hacían caer al suelo... o a unas albercas situadas a su pie. Con el tiempo llegó a haber tantas cervatanas que acabaron por mermar el caudal que llegaba finalmente a la ciudad. Hoy no queda ninguna de ellas, aunque si eres un observador paciente acabarás por encontrar la huella de alguna de sus conexiones, arriba, junto al canalón del que obtenían el agua (y obviamente justo encima de la vertical de un pilar).

Hubo que esperar a bien entrado el siglo XIX para que cervatanas y casas dejaran espacio para que la obra brillara como lo hace hoy. Mucho más bella... aunque tal vez... un poco menos fiel a lo que fue durante siglos...

Una vez pasados los arcos reconstruidos, retomas la construcción original. Lo notarás entre otras cosas porque las piedras vuelven a ser más robustas. De aquí en adelante nunca se destruyó.

Comienza el espectáculo

Estás ante el nuevo -y definitivo- giro del acueducto. Desde aquí puedes ver las dos caras de su alma... que en definitiva son las dos caras del alma de esta ciudad. En la parte de la que vienes, su lado más práctico y sobrio; hacia donde vas, su cara más sensual y profundamente teatral.

Aquí empieza a surgir del suelo el segundo piso... O tal vez, con más propiedad, el primero... Y aquí empieza el espectáculo. El desnivel baja de forma decidida y el Acueducto crece hacia abajo hasta alcanzar toda su majestad para, al fondo, entrar por fin en las murallas, en la otra parte del valle.

Desde aquí tienes la sensación de que no es que el Acueducto se adapte al terreno, sino que el terreno es así para que pudiera levantarse ese Acueducto. Porque además de lo espectacular de la perspectiva, si empiezas a jugar con sus arcos verás cómo van apareciendo y desapareciendo entre ellos la catedral, los campanarios, los torreones... Cuesta trabajo pensar que todo es casual... Es el espíritu teatral de Segovia... Aprende a disfrutar de él. La ciudad está repleta de pequeños -y grandes- espectáculos como éste.

Ahora desciende hacia el fondo del valle, hacia donde está la parte más alta del acueducto... jugando con él, pasando de un lado a otro bajo sus pilares crecientes, hasta llegar a lo más alto... o a lo más bajo... El Azoguejo.

El Azoguejo ha sido desde siempre un lugar de encuentro. Su nombre significa “mercado pequeño”, como contraposición al “Azogue”, el “mercado”, que se celebraba en lo que hoy es la Plaza Mayor.

El Azoguejo era el corazón de la Segovia popular, el punto de encuentro de los ciudadanos que vivían y trabajaban en esas aldeas extramuros, al amparo... o simplemente a los pies, de la ciudad amurallada.

Aquí además puedes contemplar el Acueducto en toda su grandiosidad. Las altísimas columnas, ligeras y pesadas al mismo tiempo, para que la obra siga en pie. Verás que cada columna tiene una especie de cornisas que la van cortando cada varios metros. Son un elemento diseñado para darle estabilidad, pero además son un truco estético perfecto.

Evitan que las columnas parezcan demasiado alargadas. Si te fijas bien verás que todas las columnas las tienen colocadas exactamente en el mismo sitio. El resultado son unas líneas horizontales imaginarias que van cortando el Acueducto de un extremo a otro.

El mejor sitio para verlo no es el centro de la plaza, sino cuando el suelo sube o baja. Entonces verás que en función de dónde esté el suelo habrá columnas con más o con menos piezas, pero esas piezas están colocadas siempre donde deben estar para que la ilusión óptica funcione. El ojo raramente se da cuenta del “truco” en una primera mirada pero en cambio sí percibe esa extraordinaria armonía... Son esas cosas que el corazón percibe antes que el cerebro...

Cuestión de agujeros

Verás que, sobre el primer piso, más o menos en el centro, hay una especie de muro de piedra. Se diseñó para colocar una inscripción en la que, como era costumbre entre los romanos, se mencionaba la fecha en que se construyó y quiénes fueron los impulsores de la obra. Si te fijas, podrás ver los orificios en los que estaban ancladas las letras de bronce que lo contaban...

Lo contaban... Porque las letras fueron piadosamente eliminadas en tiempos de Isabel la Católica. Tal vez no se consideró oportuno mantener un recuerdo tan obvio de los antepasados paganos..

Hay estudiosos que han jugado a descifrar el texto oculto a partir de los orificios, tratando de deducir qué letras habrían podido estar incrustadas en la piedra... pero no se puede asegurar que los resultados sean plenamente fiables...

Sobre el muro, dos hornacinas, una de cada lado del Acueducto. Hoy una de ellas (la que mira al exterior de la ciudad) está vacía y en la otra puedes ver una imagen de la Virgen.

En su origen, en ellas había esculturas de dioses romanos, que siguieron la misma suerte que las letras de la inscripción...

Por cierto, que hablando de agujeros, podrás ver que muchas de las grandes piedras de los pilares tienen importantes agujeros. Son “de fábrica” y llevan ahí 2.000 años. Eran los huecos en los que se enganchaban las grandes tenazas encargadas de elevar las piedras desde el suelo hasta el lugar en el que tenían que ser colocadas.

... Aunque puestos a contarlo todo, habría que hablar también de aquella vieja leyenda que contaba que esos agujeros eran las marcas que habían dejado las garras del diablo, el auténtico constructor del Acueducto, cuando levantó toda la obra en una sola noche...

... Cuenta la leyenda que una joven, exhausta de llevar todos los días el agua desde la plaza a lo alto de la muralla, había ofrecido su alma a Lucifer a cambio de que este levantase -en una noche- una construcción que le quitase sus penas. El demonio aceptó el reto y cuando estaba a punto de colocar la última piedra y se recreaba en contemplar su creación, el primer rayo del sol apareció por el horizonte. Faltaba solo una piedra... pero no había sido capaz de lograr su reto. La joven salvó su alma y la construcción quedó aquí para siempre... como recuerdo y escarnio...

La gran entrada triunfal

Ahora debes emular a la joven, porque ha llegado el momento de entrar en la ciudad amurallada. Y lo vas a hacer con el Acueducto... como no podía ser de otro modo. Mira hacia arriba, Justo a la izquierda del lugar por el que el Acueducto penetra en las murallas hay una pequeña puerta. Es el Portillo del Consuelo. Unas escaleras paralelas a los pilares del Acueducto suben hasta allí. Ése es tu camino.

Cuando llegas a lo más alto y, a punto de cruzar el portillo, casi te preparas para iniciar un nuevo capítulo de esta historia... entonces miras hacia atrás y ves que el espectáculo ha vuelto a comenzar. Los parapetos exteriores de la muralla y el propio Acueducto te preparan su pequeña traca final.

Hay muy pocas ciudades que puedan ofrecer un espectáculo como este: la enorme y ligera construcción desde lo más alto, los barrios extramuros con sus iglesias románicas enredándose entre los arcos, los tejados, las montañas...

... La Sierra del Guadarrama, el origen del agua que traía el Acueducto, con sus relieves míticos: Peñalara, la Bola del Mundo, Siete Picos, el Montón de Heno... La Mujer Muerta... ¿La has identificado? Una legendaria mujer yaciente, con una serenidad sobrecogedora, que se perfila misteriosa en el horizonte, fundida con la propia montaña... Una vez que la identifiques nunca mas dejarás de verla...

El Portillo del Consuelo

Cuando por fin atraviesas la muralla, el acueducto se transforma súbitamente. De nuevo, un sencillo muro de mampostería que enfila sus últimos metros casi en silencio hasta finalizar en cuatro pequeños arcos...

Casi su punto final... porque aún le queda un último suspiro. Convertido en subterráneo, va a atravesar en silencio toda la ciudad hasta llegar a su otro extremo, en el Alcázar. Ahora toca separar nuestros caminos... aunque lo volverás a encontrar...

Antes, eso sí, es momento de echar la última vista atrás. Para ello sube al parapeto interior de la muralla, allí, en lo más alto, donde el acueducto casi toca el cielo, frente a esos campanarios y esas montañas.

Apenas estás al comienzo del juego, pero empiezas ya a notar que aquí el mundo se entiende de una forma especial.

Entonces tal vez empieces a ser consciente de que en tus primeros pasos por la ciudad no has estado visitando un monumento. Te has dejado guiar por él. Has dejado que te haya ido abriendo las puertas de esa forma especial de entender la vida.

... Y si además tienes la suerte de pasar por aquí al atardecer, cuando los rayos del sol adquieren un extraño y curioso tono rosado que tiñe tanto las montañas como las piedras del Acueducto, entonces te sentirás tentado a pensar que, en efecto, esto solo puede ser obra del diablo...

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Esto no es un mapa de Segovia. Es el Mapa del Juego. No es que haya calles y edificios sin identificar. Es que eso forma parte de tu reto...