La Guía de Gante. 05. El Belfort. Libertades, campanas y dragones de fuego

LA GUÍA DE GANTE. 5

El Belfort. Libertades, campanas y dragones de fuego

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El Belfort es la torre más importante de Gante. Cuando un conde daba a una población el derecho a constituirse en ciudad, le otorgaba unas libertades y le daba el derecho a levantar una torre e instalar en ella una campana.

La torre los protegía pero, sobre todo, era la mayor muestra de las libertades conseguidas.

Las campanas avisaban si llegaban invasores o si había fuego; pero también convocaban a los vecinos, anunciaban ejecuciones o avisaban de la salida y de la puesta del sol, de la apertura y cierre de los mercados... En fin, marcaban verdaderamente la vida de la ciudad.

Por eso esas torres y esas campanas se convirtieron en los mayores símbolos de las libertades adquiridas. Y por eso las ciudades rivalizaban por levantar las torres más espectaculares. Ésta se empezó a construir en 1313.

Hoy la mayor parte de la gente paga un billete para subir a la torre. Tú ya estás en condiciones de usar el billete para algo más: para hacer un viaje a las esencias de este maravilloso mundo.

La Cámara Secreta

Debes entrar por el edificio que está justo al lado. Es la Lonja de los Paños. Mira la sala porque en el capítulo siguiente hablaremos de ella. Pero ahora nuestra historia sigue escalones abajo, tras aquella pequeña puerta.

Aquí mismo vas a descubrir el corazón de la torre. Lo que ves son en realidad dos salas: una sala superior cuyo suelo estaba a la altura de los andamios por los que caminas y otra subterránea que estaba debajo de ésta (la que ves debajo).

La sala inferior es una cámara secreta de la que muy pocos conocían su existencia. Y era la auténtica sala del tesoro, porque en ella se guardaba lo que la ciudad tenía de más preciado: las cartas en las que se concedían los privilegios y libertades que fueron consiguiendo.

Se colocaron aquí en 1402. Se guardaban en enormes cofres atados con cadenas al suelo. La sala estaba protegida por gruesas puertas con varios cerrojos y sus llaves las guardaban los principales gremios, por lo que sólo podían abrirse en presencia de todos ellos.

Es como si de esta sala en el corazón de la torre emanase una fuerza especial que se contagiase a todo el edificio para, desde él llegar a toda la ciudad. El Belfort era a la vez el guardián y el símbolo de sus libertades. Como un gran tótem que inspirase y que inundase de energía a la ciudad.

Como ves, aquí se guardan hoy cuatro guerreros de piedra. Durante mucho tiempo estuvieron en el exterior, en las cuatro esquinas de la parte superior de la torre, y representaban la determinación de la ciudad para defender sus libertades. Con el tiempo se fueron deteriorando y hoy sólo queda uno. El superviviente está aquí, junto con las réplicas de los otros tres. En su emplazamiento original hoy hay otros guerreros nuevos. Búscalos cuando salgas.

La sala de los campaneros

En la sala de arriba (a nivel de los actuales andamios) estaban los campaneros. Por el agujero que hay en el techo llegaba la cuerda que conectaba a la campana y desde aquí la hacían sonar.

Desde esta sala se marcaba el ritmo de la ciudad.

Los campaneros y el cuerpo de los vigías de la ciudad estuvieron aquí durante cuatro siglos, hasta hace sólo 150 años.

Como cosa curiosa, todavía se conserva el "WC" que utilizaban. Lo verás nada más salir de la sala cuando continúes el recorrido.

El siguiente paso te lleva por una estrecha escalera de caracol a otro lugar mítico: la sala donde se guardan los restos de los dragones que una vez coronaron la torre.

El dragón dorado que escupe fuego

En 1377, cuando se terminó de construir la torre, se remató en lo más alto con un dragón dorado. Como si fuera el guardián del tesoro que atemorizase a quienes intentasen amenazar sus libertades. Era de hierro recubierto de cobre dorado y tenía un dispositivo que le permitía echar fuego por la boca. Un remate espectacular para una construcción auténticamente única.

Con el tiempo también se fue deteriorando y fue sustituido por otro idéntico. El que has visto antes en lo alto de la torre es el tercero. Los dos anteriores los tienes delante de ti. El espíritu es el mismo.

La mítica campana Roeland

Continúa la ascensión y llega a otro de los lugares míticos de la historia de Gante. Las campanas. Ya viste el papel que tenía la campana en la defensa de la ciudad. Y precisamente por ello no tardó en convertirse en un símbolo de su autonomía. En Gante su campana llegó a ser uno de los habitantes más importantes de la ciudad. Y más que un objeto, llegó a convertirse en un mito. Se llamaba Roeland y fue colgada en 1325. Gante creció al amparo del sonido grave de Roeland.

No te será difícil, pues, imaginar lo que debieron sentir los ganteses cuando Roeland fue descolgada 200 años después en el mayor acto de humillación que haya sufrido nunca la ciudad. Y lo peor de todo es que quien lo ordenó fue el más ilustre de los ganteses: el emperador Carlos V.

Pero por el momento vamos a dejar a un lado esa historia, porque ya tendrás ocasión en el capítulo siguiente de participar en ella.

Porque lo que no logró apagar Carlos V fue el espíritu de Roeland, y en 1659 su metal fue fundido, junto con el de otras campanas, para hacer un nuevo carillón.

La nueva Roeland volvía, por fin, a repicar, rodeada de todo un ejército de acompañantes... Y así durante otros 200 años... hasta que el destino le jugó una mala pasada.

Esta vez el "culpable" fue el progreso. En 1913 Gante organizó una Exposición Universal y, como gran novedad, se incorporó a la campana un dispositivo para que fuese accionada por medio de electricidad. Pero con tanto ajetreo eléctrico la campaña acabó por romperse . Como en el caso del dragón, una tercera Roeland (la que ves ahora) tomó el relevo de las anteriores.

Un permanente renacer

Te habrás dado cuenta de que la historia de esta torre es la de un permanente renacer. Las cosas se desgastan, se deterioran y a veces incluso se destruyen, pero para los ganteses eso sólo significa una cosa: hay que construirlas de nuevo. Es ese mítico afán de supervivencia que empapa cada rincón de la ciudad y que en esta torre se siente a cada paso. Así ocurre en el piso superior, donde está el tambor del carillón. Es como si fuera una enorme caja de música. El primer tambor se puso en 1377 y era de madera y sólo tocaba una melodía. Luego vinieron otros hasta llegar al actual.

Funciona cada 15 minutos, y cada viernes y domingo a las 12 hay un concierto de carillón. Quédate a verlo funcionar y vívelo desde dentro.

Siéntete uno de ellos

Llegas ahora al punto culminante de la subida. Vas a salir a la estrecha plataforma que rodea el reloj, donde se colocaban los vigías. Durante siglos desde aquí se ha estado protegiendo todo lo que acabamos de vivir. Por un momento siéntete uno de ellos.

Mira hacia lo lejos en todas direcciones a ver si ves un ejército avanzar hacia la ciudad; mira también haca abajo, hacia las plazas, para ver si todo marcha bien; vigila los tejados por si detectas rastro de fuego... y no pierdas de vista el castillo del conde. Si descubres algo, da el aviso a los campaneros que hay en la base de la torre para que Roeland haga su trabajo. Tienes una gran responsabilidad. Es toda una forma de entender el mundo la que depende ahora de ti.

La torre en su conjunto es un ser vivo que vibra al ritmo de la ciudad. No es un simple edificio. Siéntete parte de ella.

Después, toca desandar el camino. Desciende de la torre y llega de nuevo a la calle. Es el momento para volver a mirarla con otros ojos; para buscar los guerreros de piedra junto al reloj; para ver el dragón dorado; para imaginarlo lanzando fuego; para mirar esa plataforma de vigilancia; para escuchar el sonido de Roeland... ¡Qué distinto es ahora todo! ¡Cuánta vida hay detrás de estas piedras y de estos sonidos!

Mapa del recorrido e Info Práctica

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Entra al Belfort por la Lonja de los Paños

Recuerda que la entrada al Belfort es por el edificio que está justo a su lado, la Lonja de los Paños.

El Belfort está abierto de 10 a 16 horas, todos los días excepto los días 24, 25 y 26 de diciembre y 1 de enero (el acceso suele cerrar media hora antes)

Precio base: 5 euros (menores de 19 años, gratis; descuentos para jóvenes entre 19 y 26 años, y para mayores de 55 años).