La Roche en Ardenne

31' - EL MERIDIANO MÁGICO DE LAS ARDENAS. Segunda jornada

10. LA ROCHE EN ARDENNE. Ese dulce sabor a montaña

Da una oportunidad a la magia...

flecha a la derecha

Con la mañana, comienza la segunda jornada de tu viaje. Das un salto y llegas al valle del Ourthe. Allí te encuentras con La Roche en Ardenne. La Roche es como una recopilación de todo lo que has vivido hasta ahora. Bosques, río, castillo, tejados puntiagudos, tanques... Durante la Segunda Guerra Mundial fue destruida casi por completo. Pero las bombas no acabaron con su fuerte personalidad, ni con ese dulce sabor a montaña... ni con su fantasma...

La entrada a La Roche te lo deja claro. Un cruce de caminos, un espectacular mirador sobre el río y la ciudad, y, otra vez, un tanque. Aunque en esta ocasión no es un tanque nazi. Es uno británico. Uno de los tanques que protagonizaron el desembarco de Normandía y que vino a desempeñar su última misión aquí, en la batalla de Las Ardenas... bombardeando la ciudad... para poder liberarla... buena paradoja.

La Roche es ante todo una población con un dulce sabor a montaña... aunque en ningún otro lugar se atreverían a llamar "montañas" a las pequeñas elevaciones que rodean la ciudad. Sin embargo, y ahí está la gracia, la sensación es cierta, y cada fin de semana sus calles se llenan de los vecinos holandeses, que vienen a respirar ese ambiente desde las eternas llanuras de los Países Bajos.

Tal vez sea el río, tal vez las estrecheces del valle, o lo intrincado de los bosques... Tal vez esas terrazas donde tomar una cerveza al sol, o los kayaks pasando río abajo... Tal vez el olor a ahumado de los excelentes embutidos de Las Ardenas que encuentras por todas partes...

Baja a la ciudad y trata de vivirlo.

El Castillo... y su fantasma

La Roche en Ardenne ya tenía el título de ciudad allá por el año 1330 y había adquirido el derecho a levantar murallas. Incluso en algún momento fue la capital del ducado de Luxemburgo.

Y es que éste ha sido durante siglos un importante lugar de paso, un cruce de caminos, tanto a pie como navegando por el río Ourthe. Incluso hay restos de una calzada romana y una fortaleza celta...

Su castillo fue el garante de esa posición. Aunque hoy sobrevive medio en ruinas, más o menos fundido con la roca. Es el más castigado de los castillos por los que has pasado. Cuando lo visitas, sientes, sin embargo, que su latido continúa vivo... Porque -buena noticia- éste sí puedes visitarlo por dentro.

En él habita el morador más antiguo de la ciudad: el fantasma Berta. O por decir mejor, el espíritu de Berta, la joven y bella hija del conde de La Roche que vivió... y murió trágicamente justo aquí... hace 1.000 años.

La leyenda

Después de tanto tiempo es normal que las versiones de la leyenda presenten diferencias. Pero digamos que no nos equivocamos demasiado si decimos que Berta era una joven casadera para la que su padre, el señor del castillo, preparó un "caballeresco" proceso para encontrarle pretendiente:

Organizó un torneo en el patio del castillo y convocó a los nobles casaderos de toda la región. Pronto se vio que uno de ellos sobresalía sobre los demás. El aguerrido Waleran, primogénito del conde de Montaigu. El problema es que el joven ya estaba prometido a la joven Alix de Salm...

Llegado el momento del torneo, apareció un extraño caballero, de escasa estatura pero tremendamente ágil y escurridizo, que empezó a poner las cosas complicadas a Waleran, y para pasmo de todos acabó por vencerlo.

El conde de La Roche, fiel a su compromiso, entregó la mano de Berta al joven desconocido y les abrió las puertas del castillo para su noche de bodas.

A la mañana siguiente, dos cuerpos aparecieron sin vida a los pies del castillo. Uno era el de la joven Berta... el otro el del misterioso caballero... que no era sino la joven Alix de Salm, la prometida de Waleran, que había vendido su alma al diablo para que le permitiese esa última venganza.

Desde entonces, desde hace 1.000 años, el fantasma de la joven Berta sigue caminando entre los recovecos del castillo...

Los habitantes de La Roche están orgullosos de esta historia y hacen lo posible por mantenerla viva... Incluso consiguen que, durante algunas semanas en los meses de verano, el fantasma se haga visible sobre los muros del castillo a la caída de la tarde... acompañado de luces y de música. Eso sí, como muy bien indican, "salvo en caso de lluvia o fuertes vientos"... que al fin y al cabo, los fantasmas también tienen sus derechos...

La Batalla de Las Ardenas

Lo habrás notado al pasear por la ciudad. La Roche en Ardenne aparece en los libros que hablan de la Segunda Guerra Mundial. Al revés que Celles, La Roche sucumbió bajo las bombas. Y el recuerdo permanece muy vivo.

La Roche había sido ocupada al comienzo de la Guerra, como toda esta región, y pasó casi toda la contienda en poder de los alemanes.

En junio de 1944 los aliados desembarcaron en Normandía e hicieron retroceder al ejército nazi hasta su país. La Roche fue liberada por las fuerzas aliadas el 10 de septiembre de 1944... pero lo peor estaba por venir.

Porque Hitler iba a jugar su última baza. Iba a tratar de reconquistar el puerto de Amberes para dejar a los ejércitos aliados sin posibilidad de recibir suministros.

Y para lograrlo optó por organizar un ataque por sorpresa por la frontera que consideraba menos protegida: los bosques de Las Ardenas en pleno invierno.

Así, en medio del frío, de una espesa nevada y de una cerrada niebla, tres meses después, los alemanes lanzaban la ofensiva de Las Ardenas.

El 21 de diciembre entraban de nuevo en La Roche en su avance hacia el Mosa.

Tres días después estaban en Celles, pero ahí terminó la aventura. A las puertas del Mosa y de Dinant... muy lejos de Amberes...

La contraofensiva de los aliados fue muy dura. Y los habitantes de La Roche tuvieron que asistir a la extraña paradoja de verse destruidos por quienes venían a liberarlos.

70.000 obuses americanos cayeron sobre la ciudad, que quedó prácticamente destruida. El 11 de enero, el ejército americano por una orilla del río y el inglés por la otra hacían de nuevo su entrada "triunfal" en la ciudad.

Habían bastado apenas 20 días para que este oasis en medio de los bosques se convirtiera en un infierno. Pero al día siguiente, sus habitantes se pusieron manos a la obra. Había que levantar una ciudad completamente nueva.

La Guerra dejó una profunda huella, y sus habitantes no están dispuestos a olvidarla... La ciudad respira homenaje, dolor y agradecimiento... en placas, en banderas, en restos y recuerdos del combate aquí y allá... Eso le da un extraño aire cosmopolita, de ciudad internacional...

Pero al mismo tiempo han sabido mirar hacia adelante. Reconstruyeron... y reinventaron la ciudad. Hicieron de ella un lugar acogedor y la abrieron a los visitantes. No encontrarás en ella calles ni casas antiguas... no quedan... Pero sí hay un sabor muy especial... Ese dulce sabor a montaña, a vacaciones... a ganas de vivir la vida... Algo que debe de quedar muy grabado cuando se sabe lo que es perderla...