La familia real había mandado construir también un palacio junto a la idílica aldea de Laeken. Fuera de la ciudad pero a un tiro de piedra de ella. Y ya fuera por esa pasión de los bruselenses por tener los pies en la tierra, o simplemente por ver las cosas con un poco de distancia, lo cierto es que prefirieron vivir y trabajar en el campo y reservar el Palacio Real para los grandes acontecimientos. Bien es verdad que cuando hacen el viaje, no emplean más de diez minutos en el trayecto... Al Palacio Real se le quedó, pues, una cierta "cara de piedra" que hoy conserva. Eso sí, en lo alto ondea la bandera belga para indicar que el rey está en el país, lo que a la postre es como una "llamita" que indica que el palacio... y la monarquía... viven. |
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