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Les Hayons (I). Hadas y hechizos en el claro de luna
Les Hayons es tierra de hadas... y de vacas. A éstas podrás verlas; a las otras tendrás que buscarlas. Pero la historia -y el presente- de este pueblo no se puede entender sin las unas y sin las otras.
Les Hayons tiene algo más de 100 habitantes censados, aunque por todo lo que se cuenta, habría que añadir otras muchas criaturas más que pueblan sus bosques. Sus habitantes están orgullosos de ello. Por eso cuando llegas, un letrero a la entrada del pueblo te saluda con un "Bienvenido al pueblo de las hadas".
Y es que en Les Hayons las hadas, las brujas y los hechiceros se sienten en el ambiente.
Están en la principal atracción de su casco urbano, la Granja de las Hadas (la Ferme aux Fées), una casona justo a la salida del pueblo en la que una pareja de artesanos realizan y venden figuras que encarnan las leyendas locales.
Y también están en el reloj de la fachada principal de la iglesia, que no tiene el número 9 (IX). Tiene dos veces el 11 (XI). Como si un hada caprichosa hubiera querido que en Les Hayons nunca fueran las nueve.
Por supuesto nadie en el pueblo intentará corregir el error. Son cosas de las hadas...
El Monte de Zatrou y la Colina de Hultai
Ahora bien, sin duda alguna, los lugares que más han marcado la relación de este pequeño pueblo con estas criaturas mágicas son el Monte de Zatrou y la colina de Hultai. Y hacia ahí es donde precisamente te lleva el camino.
Deja atrás la Granja de las Hadas y sigue la pequeña carretera que desciende hasta el río. Camina 450 metros por ella. Llegarás a un pequeño mirador en el que suele haber un banco. Es un lugar muy sencillo; muy discreto. Casi como si no existiera. Tal como deben ser los sitios mágicos. Hay quien deja el coche aquí. Hay un pequeño espacio para hacerlo... aunque no sé muy bien qué opinarán las hadas de ello...
Estás en la ladera del Monte de Zatrou, el sitio preciso desde donde en algún tiempo se pudo ver a las hadas volar sobre el río en el claro de luna.
Estás en la ladera del Monte de Zatrou, el sitio preciso desde donde en algún tiempo se pudo ver a las hadas volar sobre el río en el claro de luna.
Territorio de las hadas
Lo que tienes delante es el río Semois que serpentea junto a la colina de Hultai. La colina de Hultai es la pequeña montaña que ves a la izquierda del río. Este paisaje es el protagonista de la historia.
Todos los habitantes de Les Hayons saben que éste era un lugar mágico. La colina era territorio de las hadas.
En las noches de luna llena salían de sus escondrijos en el bosque y se reunían aquí.
Desde el sitio en el que estás podrías verlas revolotear sobre la colina y sobre el río jugando con los reflejos de la luna en el agua.
Nadie se atrevía a adentrarse en la colina.
Pero un buen día ocurrió algo que iba a cambiar las cosas para siempre.
Fue un año con una gran sequía. Los habitantes de Les Hayons estaban desesperados viendo cómo sus vacas morían de hambre.
Un extraño pastor
Todos los pastos habían ido desapareciendo... excepto uno: el que estaba en la colina de Hultai. Pero ahí nadie se atrevía a entrar. O mejor dicho... casi nadie. Porque a la aldea había llegado poco antes un pastor forastero, al que no parecían importarle demasiado estas leyendas. Se llamaba Colás Tcha-Tcha.
Nadie sabía muy bien de dónde había venido, pero el caso es que decidió llevar las vacas del pueblo a pastar a la colina de Hultai. Los paisanos estaban aterrorizados. Sabían que vivían en territorio de hadas y brujas pero unos y otros habían sabido respetar los territorios de cada cual. Ahora temían despertar la ira de las hechiceras.
Pero para su gran asombro no ocurrió absolutamente nada. Las vacas pudieron al fin alimentarse de hierba fresca y regresaron a la aldea más vivas que nunca.
Los días sucesivos Colas Tcha-Tcha continuó llevando las vacas a los nuevos pastos y todo transcurría sin ningún problema... hasta que, con la luna llena, llegaron las hechiceras.
Aquella noche las hadas habían preparado una fiesta en honor a la diosa Diana. Vestidas con túnicas muy ligeras, sobrevolaban como siempre por el sitio que tienes delante, reflejándose en las aguas del río... hasta que se encontraron con los restos que habían dejado las vacas durante sus visitas.
Entonces se dieron cuenta de que su colina había sido profanada.
Furiosas, al amanecer no volvieron a sus cuevas y esperaron para descubrir quién se había atrevido a desafiarlas. Tcha-Tcha no tardó en aparecer con las vacas. Las hechiceras pusieron en marcha entonces sus repertorios más aterradores: voces de ultratumba, apariciones fantasmagóricas, hechizos terroríficos...
Pero ante cada uno de ellos el pastor sacaba el cuerno que utilizaba para llamar a las vacas (hay quien habla de una especie de flauta mágica) y las hadas veían asombradas cómo su poder de esfumaba ante las notas que salían del instrumento.
Atónitas, cambiaron de estrategia y empezaron a prometerle favores y servicios a cambio de recuperar su territorio. Pero el pastor, rebosante de orgullo por lo que estaba consiguiendo, no cedió lo más mínimo.
Las hechiceras se dieron por vencidas y se reunieron en un lugar cercano para decidir qué iban a hacer.
Y, como ahora vas a ir a ese lugar, el final de la historia lo viviremos desde allí.